.:: Una noche entre tus brazos ::.

La distancia desde Oxford street hatsa el Royal Opera no era tanta, menos para un vampiro como Demían que podía moverse con esa velocidad tremenda de los de su raza, cargando entre sus brazos a la pequeña Emmanuelle. la había cubierto con una chaqueta, ella pareció adormecerse entre sus brazos. Pero el había dado bien las indicaciones.


Llegaron al lugar, era una azotea cuya única entrada era la escalera de emergencia que estaba en la parte de atrás del reciento. Cuando llegaron a la azotea podían escuchar la sinfonía que estaban tocando esa noche. Emmanuelle se intenta bajar de los brazos de Demían y tomando su mano lo guía al interior del lugar, abriendo la gran puerta de vidrio. Adentro, hacía fría, había una chimenea, y muebles antiguos, Libros por todos lados, desparrados algunos otros, apilados en torres que amenazaban en caer, otros tantos estarían en los anaqueles.

en altura, había una cama hecha, detrás de ella, un gran ventanal sin cortinas, debería dejar entrar la luz de la luna y del sol sobre el durmiente. Ella avanzó, su caminar errático revelaba lo agotada que estaba, cinco años en aquel sanatorio la había tornado aun más débil de lo que siempre había sido. la chica se quedó en medio de la habitación, y se giró sobre sus talones, mirándolo con paciencia, incluso con cariño, aunque fuera un cariño impersonal.

- en este lugar me siento segura... - menciona en un susurro, lame nuevamente sus labios, el sabor de la sangre del vampiro la hacia desear la sangre de este, los deseos volvieron de golpe y su respiración se agitó realmente por primera vez.

Los brazos, las caricias plasmadas de una ternura impropia para dos seres sanguinarios como ellos dos. Emmanuelle colocó sus manos en el cuello de él, friccionando para calentarse las manos, y acariciar con traviesos toques su cuello, enrredándose en sus cabellos. Su aroma la envolvió, comenzaba a reconocerlo, a que aquel hombre sin nombre le fuera familiar a pesar de no saber como se llamaba. No era necesario, los nombres, incluso las palabras sobravaban en ese momento de sobrecogimiento extremo. Hasta los vampiros sentían o mejor dicho, revivian sus recuerdos en donde sentían.

Ella mantenía el silencio, sus manos buscaban su cara, recorriendola a punta de dedos, memorizando sus rasgos, lo satinado roce de su piel, uno de los hermosos rasgos de la muerte. Era un hombre atractivo, un vampiro sin igual. Deseos, deseos, pero no era como con el policia, no, era algo más profundo, un deseo de vivir más que de sobrevivir como lo que le hizo sentir aquel hombre.

- no ...- respondió, dignándose a romper el silencio, silencio silencio... todo en ella era un silencio perturbador, en donde las emociones fluian en forma disonate y alocadamente, una espiral de sensaciones sin ton ni son que se desparramaba como un alud sobre el vampiro que la sostenía entre sus brazos, aunque con el miedo de que fuera a deshacerse en cualquier momento.

Mientras, la música seguía sonando, y ella bailaba, se movía, su cabeza hacia atrás, su cuello alargado, sus pechos, rozando, presonandose contra el pecho de él. Dio un giro, obligándolo a girar, a girar al son de aquella música , su música clara, tan clara que ella parecía ajena a ella.

- es el refugio del príncipe de Londres...- uno de mis amantes, mi amante, le faltó agregar, ellos se buscaban en a¡las noches, asustada de las sombras, ella, y él, temeroso de perderla en medio de sus tristezas, pero nunca se lograron amar, nunca lograron. Eran dos hermanas erraticas aunque él era más firme, más frio.

- pero me gusta este lugar... me trae buenos recuerdos...- dejó de moverse y sus ojos lo observaron, se fundieron en una mirada que no terminaba de dar esa impresión de que llovería pronto, auqnue afuera realmente estaba nevando. Emmanuelle se volvió a recostar en su pecho, cerrando los ojos, sus labios buscando su piel, parecía estar sedienta, no estaba muy lejos de la realidad.

Sus colmillos relucieron y desconociendo en medio de sus delirios el peligro de morder a otro vampiro, clavó sus dientes en su piel, bebiendo de su, sería suya, realmente sería suya, su sangre la uniría por algún tiempo al vampiro, pero ella accedía, no muy conciente eso sí, a esa calidad...

Se abrazaron mientras bebía el uno del otro. Jamás Emmanuelle había participado de un acto así, de tanta intensidad, de dolor y de placer. Abrió los ojos, todo era sombras y frio, pero contra el pecho de él, todo se tornó más...¿cálido?. Es complicado determinar si una experiencia así es cálida, era lo más cercana a esa sensación.

Demian, mientras tanto, apenas sintiera en su boca la sangre de ella, experimentaría como sus sentidos se agudizaban pero más allá de las sensaciones físicas, era algo más, algo más cercano a estar vivo. Si, experimentaría lo mismo que había experimentado a Jasper y que lo hizo adicto a su sangre, la indescriptible sensación que beber la sangre de aquella mujer producía. Su madre había tenido esa extraña cualidad, de tener una sangre que hacía sentir así a un vampiro, eso hizo que el padre de Emmanuelle la amara, y fuera la sentencia a la infelicidad de su vástaga. Todos los hijos de vampiros y humanos estaban destinado a la desdicha.

terminaron en la cama, Emmanuelle estaba agotada, su boca estaba llena de la sangre de él, y sus dedos jugaban con la sangre que quedó en sus labios, lo miró, no perdía la impresión de que llovería en ellos. Sonrió y besó sus labios, Su herida quedaría abierta, y su blusa estaba manchada de sangre, aunque pronto cerraría, era una de las cualidades especiales de la sangre de vampiro y que hacia a algunos humanos adicta a ella. ¿Emmanuelle era adicta?.

Si, en parte sí, pero no era una más de sus delirios, que ya de por sí tenía bastantes, sólo que era un dulzor que a veces probaba con vehemencia, como en ese momento. Emmanuelle ahora estaba en el cuello de él, lamiendo para cerrar la herida, lamía y lamía, y terminó sobre su pecho, con sus manos sobre las manos de él, entrelazadas, sonriendo. Había visto parte de sus recuerdos, pero no era de su incumbencia ni de su interés preguntar por ellos, menos el hecho de que Alexander estuviera entre ellos.

La música continuaba mientras ambos seres retosaban extasiados en la cama, sus cuerpos pedían más, pero estaban mareados. la chica terminó montada sobre él, sus caderas sobre el vientre del vampiro, enrrollada y reposando sobre su pecho. sus manos seguían entrelazadas, pegándolas a la cama. tembló, y soltó un pequeño gemido, como cuando él la mordió.