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Pesadilla - antes de llegar a Londres -
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Pesadilla - antes de llegar a Londres -
Estaba envuelta en obscuridad, una espesa niebla nublaba mi visión en aquel campo de flores marchitas; mi cabello, dorado como los rayos del sol, caía por sobre mis hombros los cuales estaban descubiertos.
La desesperación me embargaba, ¿Dónde estaba? ¿Cómo había llegado a ese lugar? … me vi a mi misma perdida, sin saber a donde llegar.
Comenzó a caminar, mis pies yacían descalzos y el frio comenzaba a entumir mis brazos, tenia puesta la vieja bata de dormir de la abuela, blanca y ligera, de tirantes, que no dejaban mucho a la imaginación.
¿Hay alguien ahí?.. – Grite al escuchar un sonido, el viento comenzaba a soplar cuando sentí una presencia a mis espaldas, fue algo que realmente me helo la sangre y detuvo mis movimientos, un leve susurro en mi oído decía mi nombre, voltee rápidamente para encontrarme con el dueño de aquella voz pero no había nada ahí.
Comencé a correr con mas fuerza, las palabras de mi madre venían a mi cabeza, decían la frase “cuando yo muera, será tu turno”… pero ella no quería, ella no quería cargar con esa maldición, en toda su vida solo había algo a lo que realmente temía… él.
Seguí corriendo pero realmente no avanzaba hacia ningún lugar, cuando lejos de ahí, frente a mi, pude verlo.
Era la silueta de un hombre de aspecto pálido, tenía el cabello castaño y lacio hasta los hombros, nariz ganchuda y unos ojos grises que le daban un aspecto realmente atractivo pero terrorífico a la vez. Me detuve en seco sin embargo mis pies no lograron sostenerme y caí hacia el frente, sobre la fría tierra, ahora todo estaba claro: era un panteón.
“de las doce brujas, tu eres la mejor”… susurro sobre mi oído, antes de que pudiera imaginarlo estaba sobre mi, sosteniendo mi cabeza hacia el piso con fuerza, cerré los ojos con temor, era un miedo que jamás en la vida había experimentado.
…”esmeralda”… - mi nombre en sus labios tenia un acento terrorífico, me causo un escalofrió que recorrió toda mi espina dorsal, aun tenia el rostro contra el suelo y los ojos cerrados, no me di cuenta cuando había comenzado a llorar.
Lentamente sentí como el frio tacto de su piel iba acariciando mi hombro desnudo y paralizándolo, podía sentir su aliento sobre mi cuello y un escozor sobre este, mordí mi labio para evitar gritar del dolor cuando sentí sus manos acariciar mis caderas en un movimiento que ningún hombre había hecho sobre mí, la suave tela de mi bata iba elevándose lentamente dejando al descubierto mis piernas, tan blancas y contrastantes con la tierra de cementerio bajo ellos.
Debes dejarme ir… estas bajo mis ordenes... – murmure con la voz entrecortada, mas con miedo que con mando, por alguna razón sabia que no iba a funcionar, mi corazón latía rápidamente buscando por favor que alguien me despertara de aquella pesadilla.
“te equivocas… tu me perteneces a mi... “– y entonces su mano comenzó a acariciar mis muslos, subiendo su mano lentamente… cerré los ojos con fuerza y entonces… desperté.
Tenia aun la respiración agitada, podía ver sobre la ventana el sol de new Orleans entrar a mi habitación, estaba ahí, estaba a salvo… pero pude notar que tras mi espalda había una marca, algo que no se quitaría jamás… Su marca.
No tuve tiempo de revisar mi estado anímico, pues en esos momentos, Gabrielle, con su porte y elegancia, entro por la puerta principal avisando que nos iríamos hacia Londres…. No lo discutí.
La desesperación me embargaba, ¿Dónde estaba? ¿Cómo había llegado a ese lugar? … me vi a mi misma perdida, sin saber a donde llegar.
Comenzó a caminar, mis pies yacían descalzos y el frio comenzaba a entumir mis brazos, tenia puesta la vieja bata de dormir de la abuela, blanca y ligera, de tirantes, que no dejaban mucho a la imaginación.
¿Hay alguien ahí?.. – Grite al escuchar un sonido, el viento comenzaba a soplar cuando sentí una presencia a mis espaldas, fue algo que realmente me helo la sangre y detuvo mis movimientos, un leve susurro en mi oído decía mi nombre, voltee rápidamente para encontrarme con el dueño de aquella voz pero no había nada ahí.
Comencé a correr con mas fuerza, las palabras de mi madre venían a mi cabeza, decían la frase “cuando yo muera, será tu turno”… pero ella no quería, ella no quería cargar con esa maldición, en toda su vida solo había algo a lo que realmente temía… él.
Seguí corriendo pero realmente no avanzaba hacia ningún lugar, cuando lejos de ahí, frente a mi, pude verlo.
Era la silueta de un hombre de aspecto pálido, tenía el cabello castaño y lacio hasta los hombros, nariz ganchuda y unos ojos grises que le daban un aspecto realmente atractivo pero terrorífico a la vez. Me detuve en seco sin embargo mis pies no lograron sostenerme y caí hacia el frente, sobre la fría tierra, ahora todo estaba claro: era un panteón.
“de las doce brujas, tu eres la mejor”… susurro sobre mi oído, antes de que pudiera imaginarlo estaba sobre mi, sosteniendo mi cabeza hacia el piso con fuerza, cerré los ojos con temor, era un miedo que jamás en la vida había experimentado.
…”esmeralda”… - mi nombre en sus labios tenia un acento terrorífico, me causo un escalofrió que recorrió toda mi espina dorsal, aun tenia el rostro contra el suelo y los ojos cerrados, no me di cuenta cuando había comenzado a llorar.
Lentamente sentí como el frio tacto de su piel iba acariciando mi hombro desnudo y paralizándolo, podía sentir su aliento sobre mi cuello y un escozor sobre este, mordí mi labio para evitar gritar del dolor cuando sentí sus manos acariciar mis caderas en un movimiento que ningún hombre había hecho sobre mí, la suave tela de mi bata iba elevándose lentamente dejando al descubierto mis piernas, tan blancas y contrastantes con la tierra de cementerio bajo ellos.
Debes dejarme ir… estas bajo mis ordenes... – murmure con la voz entrecortada, mas con miedo que con mando, por alguna razón sabia que no iba a funcionar, mi corazón latía rápidamente buscando por favor que alguien me despertara de aquella pesadilla.
“te equivocas… tu me perteneces a mi... “– y entonces su mano comenzó a acariciar mis muslos, subiendo su mano lentamente… cerré los ojos con fuerza y entonces… desperté.
Tenia aun la respiración agitada, podía ver sobre la ventana el sol de new Orleans entrar a mi habitación, estaba ahí, estaba a salvo… pero pude notar que tras mi espalda había una marca, algo que no se quitaría jamás… Su marca.
No tuve tiempo de revisar mi estado anímico, pues en esos momentos, Gabrielle, con su porte y elegancia, entro por la puerta principal avisando que nos iríamos hacia Londres…. No lo discutí.
Esmeralda Mayfair- Cazador
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